Llega el ansiado verano. Gracias a la vacunación, empezamos a dejar atrás la oscura sombra del COVID-19 para descubrir de nuevo el color de la recuperación económica. Sin ninguna duda, nos encontramos ante el denominado “efecto champagne”. Las empresas que habrán hecho los deberes en innovación, diversificación, con una alta capacidad de adaptación y analizando el mercado saldrán con mucha fuerza. Del mismo modo, los consumidores que no han sufrido económicamente el impacto de la pandemia, han ahorrado y esperan el pistoletazo de salida para dar rienda suelta al gasto y a la inversión.

De hecho, me gusta describir también el “efecto champagne” con la metáfora de las carreras coches de F1. El semáforo verde indica el inicio de la carrera, los coches, preparados por el equipo técnico, rugen y los pilotos sacan el máximo tiempo en cada vuelta. Hasta que, de pronto, hay un accidente en la curva 12, y sale el Safety Car que se pone en cabeza. Éste hace aminorar la marcha a todos los coches de carreras. No hay opción de correr más que el resto, todos van a la misma velocidad. Hasta que la pista vuelve a estar limpia, correr vuelve a ser seguro, el Safety Car desaparece y los pilotos de F1 aprietan el acelerador al máximo. Este efecto de retención y salida con fuerza es el “efecto champagne”.

Es cierto que algunos analistas en economía ven este efecto como un simple “acelerón de las ventas”, preludio de una posterior y grave crisis del consumo. No obstante, pese a estas voces que piden prudencia, la realidad es que la pandemia de COVID-19 ha confirmado claramente el poder del e-commerce y la máxima de que la crisis genera innovación y oportunidades. En este momento, miles de emprendedores crean o han creado productos y servicios que tendrán éxito a largo plazo. Y muchos buscan convertir sus innovaciones en negocios sostenibles que continuarán más allá de la crisis sanitaria inmediata.

Por este motivo, y para alargar el “efecto champagne”, proponemos cuatro pasos para convertir un proyecto pensado en plena era COVID-19 en un negocio rentable:

1.La innovación como motor

Las mejores innovaciones abordan problemas específicos, urgentes e importantes. Por ello, un emprendedor debe preguntarse: ¿seguiremos necesitando esta solución dentro de tres o cinco años? ¿El problema que está abordando ahora era un problema de hace unos años? Y, si es así, ¿qué tan grande era?    

Para responder a todas estas preguntas debemos analizar el mercado actual y el de años anteriores para conocer las diferentes tendencias. De hecho, algunos emprendedores han aprovechado tendencias existentes que han sido amplificadas y aceleradas por la pandemia, como el crecimiento explosivo de las e-health start-ups y de la telesalud. La necesidad de cuidar a los pacientes en la distancia, fue un problema resuelto por la monitorización remota del paciente, que ciertamente existía antes de 2020. Lo que cambió fue la aceleración del proceso de la innovación debido a las órdenes generalizadas que quedarse en casa por culpa del Covid-19, y la disponibilidad de poder realizar videoconferencias en el hogar.

Pongamos otro ejemplo: una de las ideas ganadoras del MIT COVID-19 Challenge en la que se construyó un modelo para rastrear la distribución nacional de suministros médicos críticos para los hospitales con mayor necesidad. ¿Valdrá esta innovación a largo plazo? Está claro que la distribución eficiente de suministros sanitarios fue naturalmente un problema urgente en plena pandemia, pero incluso más allá, seguramente será valiosa para los sistemas sanitarios que necesitan una mayor monitorización y así reducir costes.

2. Identificar el mercado

Responde tres preguntas: ¿esta innovación apasiona hoy a los clientes? ¿Cuánto durará el consumo del producto/servicio? ¿Habrá un porcentaje suficiente de fidelización de clientes para hacer crecer un negocio a largo plazo?

Proyectar y analizar si habrá un mercado grande y fiel para un producto o servicio en un futuro es algo tremendamente importante. Más allá de eso, es importante planteárselo, sobre todo en start-ups, porque puede cometerse el clásico error de estar demasiado concentrados en la tecnología y no lo suficiente en el cliente potencial. Por este motivo, el diseño centrado en el usuario nos enseña que es la clave para construir un negocio duradero. Es decir, tener una comprensión profunda de quiénes son los clientes y cómo el producto o servicio encaja en su mundo.

3. La agilidad es fundamental

En un mercado líquido, es posible que debamos cambiar de estrategia, de producto o incluso de cliente. Pivotar rápidamente, de manera proactiva y reflexiva, es lo que nos permitirá adecuarnos al cambio.

Muchas pymes y start-ups, durante la pandemia, cambiaron de manera reactiva en una frenética lucha por sobrevivir. Sin embargo, algunos emprendedores fueron más hábiles, virando sus negocios a través de algún tipo de “reutilización” y redirigiendo el conocimiento, las habilidades, las personas y las redes existentes hacia las nuevas necesidades que surgieron.

Este enfoque de reutilización no está exento de desafíos. De hecho, la mayoría de las start-ups pueden ver la reutilización como una oportunidad o solución a corto plazo. Por lo tanto, ven como adaptarse es una buena estrategia de supervivencia.

Debemos aprender de ello. Una buena práctica para planificar es establecer un plan con tres escenarios empresariales posibles en los que se marcan distintos objetivos en función de los beneficios.  La máxima es siempre planificar, adelantarse y adaptarse. 

4. Mapear el modelo de negocio.

La pandemia de COVID-19 ha resultado ser el evento disruptivo más significativo de esta generación. Desde la integración del trabajo remoto, la reducción de los viajes globales hasta un cambio digital integral, el brote ha cambiado la forma en que se ejecutan las empresas. Este efecto transformador no es momentáneo; es importante y está aquí para quedarse.

Debido a la emergencia, muchas de las innovaciones vistas durante el COVID-19 eran de forma gratuita o estaban respaldadas por donaciones. Por este motivo, se deberían considerar modelos del campo del emprendimiento social. Si nos fijamos en las empresas sociales, tienen una doble misión: impacto social y crecimiento financiero, y, por este motivo, han desarrollado una variedad de modelos empresariales para lograr estos objetivos paralelos.

Los emprendedores que trabajan en el mapeo de su modelo de negocio también deberían mirar hacia el pasado, cuando otras perturbaciones económicas, como por ejemplo la crisis de 2008, que forzaron de manera muy similar a muchas empresas a repensar sus negocios. Todo esto es preciso para definir la propuesta de valor para el cliente, y los recursos y procesos clave necesarios para un futuro que demandará soluciones novedosas.

Lo que vemos hoy es el potencial para democratizar el espíritu empresarial y crear nuevos modelos empresariales con los que la gente se pueda identificar más fácilmente. En última instancia, esto podría reducir el umbral del espíritu empresarial para muchos y estimular a las personas a iniciar sus propios negocios.

Autor: Joan Margarit, analista en Marketing y Comunicación.


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